Post mortem del Máster de Videojuegos de la ULL (Parte 2)

Post mortem del Máster de Videojuegos de la ULL (Parte 2)

¿Te has perdido la parte anterior? La tienes aquí.


Me gusta irme cada noche a la cama con la conciencia tranquila. Ya saben, eso de haber cumplido con mis compromisos y todas esas cosas. Así que cuando dije que me comprometía a intentar crear un título sobre videojuegos para el próximo curso, lo decía muy en serio.

Elegir hacer un título oficial, por estar convencido de que es lo mejor para la ULL y para nuestros estudiantes, añadía un elemento adicional de incertidumbre. Pero si trabajábamos bien y rápido era posible que pasara por el proceso de verificación sin ningún contratiempo o con modificaciones menores por parte de la ANECA. Así que hice una planificación para establecer los plazos que debíamos cumplir para llegar a tiempo.

Entonces ¿cómo es que nos retrasamos tanto como para que tuviéramos que ser rescatados?

[...]El departamento optó por la tramitación larga que supone la impartición como oficial y dada la necesidad de que la Universidad de La Laguna afronte estas demandas de titulaciones específicas con rapidez y eficacia, se apoyó la iniciativa de la profesora que en el pasado dirigió esta formación como título propio de volver a editarlo.  —  Rector de la ULL, según el acta del Consejo de Gobierno de 20 de abril de 2017.

El responsable irresponsable

La parte más triste de toda esta historia comenzó el 17 de abril de 2017. Ese día llevamos el Estudio de Viabilidad del nuevo título al Consejo del Departamento de Ingeniería Informática y de Sistemas para su aprobación, pero nos llevamos una sorpresa bastante desagradable.

Esta fue la secuencia de los acontecimientos, tal y como se la hicimos llegar al Consejo de Gobierno para que la tuviera en cuenta antes de aprobar el título propio:

  • 14 de febrero, la directora del título propio presenta su título para reeditar después de 5 años, sabiendo que el departamento estaba preparando el estudio de viabilidad del oficial, sin informar en ningún momento de lo que estaba ocurriendo.
  • 17 de febrero, la propuesta de máster oficial se lleva al Consejo de Departamento, donde la directora del título propio es la única persona que muestra su desacuerdo  —tal y como se recoge en las actas de dicho consejo—. No menciona que ya ha presentado la re-edición de su título propio, aunque se sospecha que la está preparando porque los estudiantes de la edición anterior —5 años atrás— por fin están recibiendo sus títulos. Así se informa al resto del consejo. La propuesta de título oficial no se aprueba porque el Director del Departamento insiste en que hace falta un periodo de un mes para llegar a un consenso con la directora del título propio.
  • 1 de marzo, tenemos una reunión con el Rector para desatascar la situación. Obviamente es informado de todo. El Director de la Escuela de Doctorado y Estudios de Posgrado se compromete a mediar.
  • 23 de marzo, hay dos propuestas muy parecidas sobre la mesa. Una del conjunto del departamento, la otra de la directora del título propio. Lamentablemente el Director de Departamento se niega a que se vote entre ambas; retrasando nuevamente la presentación de la propuesta definitiva.
  • 3 de abril, se aprueba por asentimiento en Consejo de Departamento una propuesta definitiva de consenso de título oficial que tiene el beneplácito de todas las partes. Se comentaron los detalles de la reunión del 1 de marzo con el Rector y su interés en que el título sea una realidad este año. El Director del Departamento no comenta nada al respecto. Ha pasado mes y medio desde el primer intento.

El título propio, que se suponía abandonado, es aprobado en Consejo de Gobierno de 20 de abril. Obviamente defendido en base a todas las supuestas ventajas que dicen que tienen los títulos propios. Las mismas que me encargué de desmontar en la primera parte. Esto ocurre sin tener toda la documentación en regla, pese a los problemas de gestión sufridos en la edición anterior y convirtiendo así todo el supuesto proceso de negociación con el departamento en una mera cortina de humo con el único fin de que una persona del equipo de gobierno consiguiera lo que quería.

Obviamente nunca fuimos informados de que esto iba a pasar. Así que ya se pueden imaginar la cara de bobos que se nos quedó cuando en una conversación casual, el día antes, nos enteramos de que estaba en el orden del día del siguiente Consejo de Gobierno. Y créanme si les digo que no fue nada si la comparamos con la que pusimos cuando semanas después leímos lo dicho por el Rector en el acta de ese mismo consejo. Eso de que optamos por la tramitación larga y que por suerte vino una profesora del departamento a corregir nuestro error, se pasa por mucho de la zona de los chistes de mal gusto.

En mi opinión hay personas que se permiten cosas como estas porque piensan que nadie se va a enterar jamás. Por eso es tan importante que dejemos de callarnos y que arrojemos luz sobre las cosas que pasan allí dentro.

Sinceramente, unos cuantos mitos sobre la universidad se vinieron a bajo y unas cuantas personas perdieron mi respeto para siempre ese día. Como he dicho, a mi sí me gusta respetar mis compromisos y estoy orgulloso de ello.

Feudalismo universitario

Así que el feudalismo universitario al que aludía en la primera parte es una realidad. Es cierto que en teoría tenemos una estructura profundamente democrática. Elegimos a nuestro Rector, a los representantes del claustro, al director de nuestro departamento y a los decanos de nuestras escuelas. También elegimos a nuestros representantes en Consejo de Departamento o en la Junta de Escuela. Incluso hacemos elecciones a miembros del Consejo de Gobierno  —que es el máximo órgano de gobierno universitario—.

Pero en el día a día la cosa es muy diferente. Un día estamos discutiendo que tenemos un máster con pocos alumnos y alguien tiene un criterio ciertamente particular sobre cómo se debe resolver el asunto. Entonces el director de departamento se niega en redondo porque la decisión debe ser del departamento. ¡Viva la democracia!. Pero 3 meses más tarde el mismo director secuestra sin tapujos un Consejo de Departamento donde no le gusta la decisión que se va a adoptar democráticamente.

Ojo, no dudo que pensó que hacia lo mejor. De hecho estoy convencido de que aun cree que es así. Pero es que el director de un departamento representa a todo un colectivo, no sólo a su grupo de investigación, al área de la que es catedrático, a sus amigos o a sus propios intereses. Si no entendemos algo tan simple, ya podemos inventarnos las formas de gobierno universitario que queramos que siempre acabaremos funcionando de la misma forma autoritaria y feudal. Es lo que está en el ADN de la universidad y ya estamos tardando en reescribirlo.

Ese 17 de abril los intereses de un colectivo de entorno a 60 personas quedaron sometidos a los deseos de una sola. Y estoy muy convencido de que nadie, absolutamente nadie más, hubiera conseguido lo mismo. Acepto que la excusa de buscar el consenso suena muy atractiva, pero es que esa persona se había negado a colaborar por decisión propia durante los meses anteriores, mientras preparaba su propia alternativa. Retrasar nuestro proyecto para darle una segunda oportunidad era un error de libro  —o de película, por aquello de que nunca se debe negociar con... ya saben—  como finalmente se ha demostrado.

Obviamente lo peor vino después. Tras mes y medio de negociación con el que uno piensa que no solo es un mediador sino un interlocutor válido de la universidad, descubres que las familias nobles ya han urdido planes para el reino. Sencillamente la ULL quiere ponerse una medalla sacando un título de videojuegos, una profesora que es parte del equipo tiene uno y el director de departamento, que ha sabido manejar muy bien la situación para atarnos en corto, también es gran amigo del equipo. Todos ganan, excepto los profesores que hemos estado trabajando en el departamento para diseñar este título y que no tenemos a nadie que represente nuestros intereses. Democracia en estado puro.

Ante esta patente falta de honestidad, como que me hacen mucha gracia esos discursos sobre la Academia y lo que significa ser universitario, que de vez en cuando se marcan algunos de nuestros representantes. Claro que sí, hay que premiar el trabajo bien hecho, pero sobre todo si es de los amigos ¿verdad?. Bueno, en realidad, si es de los amigos ni tiene que estar bien hecho ni hay que cumplir las normas. Francamente, para alguien que si cree en esos valores, todo esto me parece una tomadura de pelo.

Continuará...

Al principio no estaba seguro de que el asunto diera para tres artículos. Pero la verdad es que hay mucho que digerir sobre nuestra universidad. Así que mejor en pequeñas dosis.

Si a estas alturas alguien ha tenido el interés de pedir explicaciones a los responsables, seguro que le habrán contado una rocambolesca historia de desencuentros personales. Obviamente nadie desmentirá los hechos porque ocurrieron tal y como los he relatado. Pero alguien debe haber pensado que la mejor vía de escape es fingir que tantas meteduras de pata juntas no importan y que todo esto no es más que un problema de personas.

Mi consejo es que cambien de asesor porque todo eso lo vamos a desmontar en la tercera  —que me temo que será mucho más aburrida que las anteriores—. En ella hablaré de los acontecimientos previos al Consejo de Departamento del 17 de abril, explicando cómo trabajamos en los 3 másteres que quiere impulsar mi departamento. Para muchos no será algo novedoso porque hoy en día es una forma común de trabajar, pero les aseguro que tengo muchas dudas de que en la ULL se haya diseñado ningún título oficial de forma parecida.

Fuimos completamente abiertos y transparentes desde el principio. Todos los compañeros, absolutamente todos, fueron animados a aportar y a participar en el debate. La única restricción era hacer algo que pudiera ser interesante para nuestros alumnos y, por tanto, bueno para la ULL. Obviamente al final se incorporaron los que así lo quisieron.

(Parte 3, aquí)