Por qué voy en el equipo de Juan Capafons

Por qué voy en el equipo de Juan Capafons

A estas alturas ya no tengo que imaginar la sorpresa de muchos de mis amigos y compañeros cuando en la presentación de las candidaturas a Rector de la Universidad de La Laguna el pasado miércoles, descubrieron que formo parte de la propuesta de equipo de gobierno de Juan Capafons.

Obviamente, la mayor parte me han reconocido su sorpresa de una manera u otra. Y también su preocupación. Algo que sinceramente les agradezco muchísimo a todos.

Hace tiempo que vengo diciendo que necesito cerrar mi etapa al frente de la Oficina de Software Libre, fundamentalmente para priorizar mi carrera profesional, especialmente en lo que respecta a su faceta investigadora.

Casi 6 años de trabajo administrativo, compaginado con docencia nueva —fruto del proceso de convergencia europea— y mis imperecederas obligaciones en el departamento  —que arrastro prácticamente desde que comencé como becario— me han llevado a extensas jornadas laborales, con pocas horas de sueño e insuficientes elementos motivadores. Y eso, a lo largo de varios años, acaba agotando a cualquiera.

Así que no me extraña que muchos se pregunten qué es lo que ha cambiado. Qué es lo que me ha llevado, no ya a continuar, sino a pasar de segunda a primera fila, junto a un equipo fantástico, muy preparado e ilusionadísimo por trabajar por el presente y el futuro de nuestra universidad, bajo la dirección de Juan Capafons.

El equipo de la candidatura al completo.

Nunca he tenido aspiraciones políticas, ni en la universidad ni fuera.

Quienes me preguntaron por mis motivaciones cuando asumí el reto de dirigir la Oficina de Software Libre tan pronto en mi carrera profesional —fue apenas unos pocos meses después de doctorarme—  pueden dar fe de que promocionar el software libre era el único fin que perseguía. De hecho, tenía muy claro que lo hacía simplemente porque parecía ser el momento adecuado.

Por ejemplo, porque llegaba de la mano de mi compañera de trabajo y amiga Rosa Aguilar  —Vicerrectora TIC desde entonces hasta la actualidad, que desde su puesto ha sido sin duda una de las artífices de los increíbles cambios que ha sufrido esta universidad en los últimos años—  y tenía la seguridad de que apoyaría mi trabajo, en lugar de utilizarme como hombre de paja dedicado en exclusiva a controlar las reclamaciones de la comunidad.

Sin embargo, también tenía muy claro que, pese a que mucha gente consideraba que se trataba de un puesto ideal para mí, no estaba más que ante una etapa profesional más. Así que, y así lo dije entonces; llegaría, haría lo que tuviera que hacer, y tarde o temprano me marcharía para volver con toda normalidad a mis clases y a mi investigación.

Tuve la suerte de que me ofrecieran el puesto cuando hacía casi 12 años que me había metido en el interesante mundo del software libre. Por fin sentía que tenía una oportunidad de hacer algo para que sus beneficios para la sociedad fueran más conocidos y disfrutados, especialmente en el ámbito universitario.

Hoy todos debemos estar muy orgullosos del trabajo realizado por la OSL y sus sucesivos directores desde su creación  —creo que en 2005, de la mano de Alberto Hamilton—  porque en la sesión del claustro del pasado miércoles ninguno de los candidatos se olvidó de mencionar su apoyo incondicional al software libre. Parece que la comunidad de software libre de la ULL les ha enseñado muy bien lo que quiere y la verdad es que me ha encantado haber sido parte de este pequeño logro.

Francamente, me considero una persona coherente. Para aclararlo, eso no significa que no pueda cambiar de idea. Solo que para dormir tranquilo, lo que pienso debe ir en sintonía con lo que digo y con lo que hago. Por eso cuando Juan Capafons me propuso acompañarle, le respondí que no. Le dije que no podía. No sé ni cuantas veces le dije que no, hasta que conocí al equipo y me explicaron el proyecto.

En una de las muchas reuniones de trabajo con el equipo de la candidatura.

Alguien con mis convicciones siempre encuentra de sumo interés aquellos proyectos que desde el primer momento se construyen sobre la base de la transparencia, la equidad, la colaboración y el consenso.

Encima se da el caso de que si algo he aprendido en estos años en el Vicerrectorado, es que no se gobierna una institución como la Universidad de La Laguna solo con buenos deseos.

Hoy sé que sin pararnos a clarificar los objetivos de la universidad del mañana y sin, a continuación, detenernos a definir las estrategias que nos llevarán hasta ellos, estamos abocados al fracaso. O, en el mejor de los casos, a perder el tiempo, conformándonos con poner parches con el único fin de evitar que el barco se hunda. Como ya nos ocurrió en el pasado.

Me parecen muy peligrosos los programas electorales vacíos, destinados únicamente a ganar elecciones. Cargados de palabras de moda y propuestas imposibles, junto a una lista de propósitos que no es sino un recordatorio de lo evidente; pero que no tienen en cuenta el andamiaje sobre el que se debe sustentar todo buen gobierno. Para mí eso es construir la casa por el tejado y yo, francamente, no quiero que se nos caiga encima.

Por eso creo que la propuesta de Juan Capafons, construida a partir de unos valores muy claros y con los que comulgo; que en primer lugar establece propuestas destinadas a hacer que dichos valores permeen todas las acciones gobierno y con una nueva estructura, distinta a las demás, diseñada explícitamente para afrontar los nuevos retos que nos depara el futuro; es la mejor.

Ahora bien, nunca pensé ir en su candidatura —ni en ninguna otra— en ningún puesto, por los motivos que he explicado.

Si bien no tengo problema en reconocer que desde que oí hablar de ella, para mí fue la favorita para dirigir nuestra universidad. Y por eso desde el principio colaboré haciendo las aportaciones que estimé oportunas.

Al final dejé de decir que no a Juan Capafons, lanzándome con ganas e ilusión a este nuevo reto, cuando conocí a las personas. Porque en su propuesta las personas están presentes en todos lados. En cada hueco.

Primero, en el programa, donde al identificar a las personas de la Universidad de La Laguna como su principal activo, nos llevó a construir todo el programa de gobierno alrededor de ellas, sin considerar más grupos ni divisiones que las estatutarias. Poniendo a los estudiantes en primera fila, en el lugar privilegiado que les corresponde, porque sin ellos no existiría la Universidad de La Laguna.

Pero también están las otras personas que conocí aquel día, las de su equipo. Un conjunto fantástico de personas y muy ilusionadas, con los que comparto ideales, idea de gobierno y ganas de hacer cosas por nuestra universidad. Un grupo creado sin cuotas, sin el pertinente intercambio de cromos, ni sujeto al deseo de poder particular de nadie. Simplemente, nosotros, nuestras ideas y muchas ganas de trabajar por la ULL.

Ante un panorama así, ¿alguien hubiera podido decir que no?. Yo no pude y, tanto si la comunidad confía en nosotros como si no, sé que no me arrepentiré de esta experiencia.